Dejè de escribir mi diario ìntimo a los 13, justo cuando empecè a estar de novia y los varoncitos de turno se transformaron en mis confidentes, y, cuando sobre ellos eran las confidencias, recurrìa a alguna que otra amiga o a mis primas Mari y Nati. ¿Quièn iba a decir que hoy, a los 36 años, iba a retomar este hàbito y en este formato impensado para mì 23 años atràs? La tecnologìa al servicio del hombre, una vez màs.
Lo màs loco es lo que me inspira a realizar estas pàginas: una clase de antropologìa sistèmica dentro del Postgrado de Terapia Sistèmica que empecè (y que estoy terminando la clase pròxima) este año. La inspiraciòn se encuentra en cualquier rincòn, o nos encuentra màs bien. En la clase de hoy vimos còmo los seres humanos, tratando de paliar la angustia que nos genera el paso del tiempo, tratamos de encapsularlo, de darle un orden, una coherencia, aunque no lo tenga, por medio de la narraciòn. Aunque en este caso no sea màs (o nada màs ni nada menos) que un texto para mì misma.
El paso del tiempo que me angustia, el tiempo que se me escurre entre los dedos. Tengo que pensar bastante bien mi edad, sinceeramente no la recuerdo siempre. Si me dicen, "¿cuàntos años sentìs que tenès?" no llego a treinta, y ya tengo treinta y seis. ¿En què momento pasò tanto tiempo? ¿Què estaba haciendo yo mientras las hojas del calendario de la heladera pasaban sin parar? Seguramente comiendo, porque en estos màs de diez años que pasaron desde que dejè de contar los años, subì casi 60 kg. En mì hay dos yo, literal y metafòricamente. Estamos la Romina inmadura, insegura, inacabada, siempre en gerundio, siempre haciendo aunque no sepa bien què, insatisfecha, con hambre y con ganas de comer aùn mientras como, y la Romina madre, realizada, feliz con mis tres soles, orgullosa de mi matrimonio de 14 años y mi noviazgo de 18 con Jo, en el que hay mucho que mejorar pero que es mi colchòn afectivo, una de las pocas certezas que tengo, la que me sè creativa, expresiva, graciosa, simpàtica, ganadora a pesar de las dudas propias, con una capacidad por mì insospechada. Lamentablemente creo que la primera pesa màs. ¿Lograrè sacàrmela de encima y adelgazar finalmente?
Cada vez que paso bajo un puente justo que pasa un tren, mis tres deseos son "Adelgazar, adelgazar, ser flaca". Parafraseando a un personaje de una pelìcula que vi ayer, "Las horas", "Siempre he logrado obtener todo, menos lo que màs quiero". En algùn momento fue ser madre, pero gracias a Dios, eso lo pude lograr finalmente. Pero este deseo, que es màs antiguo, màs arraigado, que me generò màs inconvenientes no lograr, es mi delgadez, y las pocas veces que logrè tener el peso a raya me sentì todopoderosa, ahì sì que sentì que podìa todo, pero con la conciencia de que tenìa que temerle a esas harinas y a esos dulces a los que soy adicta. ¿Por què no lo logro? `¿Cuàntas sesiones màs tengo que pagar para develar el misterio? O serà cuestiòn de dejar de hablar, dejar de hacer y empezar a no hacer: NO COMER, NO PENSAR EN LA COMIDA.
Hoy al menos comencè a no comer harinas en las merienda y desayuno. Lo escribo mientras mastico mi 12a peladilla de almendra, tras haberme deglutido como 6 almendras chocolatadas y haciendo grandes esfuerzos por no pensar en los helados que hay en el freezer.
